Hace unos días colgamos en nuestra página de facebook una fotografía de dos tomates uno ecológico y otro no mientras animábamos a descubrir cuál era el tomate ecológico. Uno de los comentarios dijo: ‘el más caro’ y me hizo pensar que igual este es uno de los temas más controvertidos de la alimentación ecológica.
Hay quien piensa que la alimentación ecológica está pensada en élites sociales, es para gente que tiene dinero, que no mira los precios y desde luego no tiene que ir pensando en el precio de su cesta de la compra para llegar a final de mes. Sin embargo desde el otro lado del mostrador uno descubre que el verdadero perfil del consumidor ecológico está muy lejos de ser el de una persona de clase alta que no se preocupa por el precio de lo que consume.
En primer lugar hay que decir que es cierto que la mayoría de los productos ecológicos son más caros, entre otras cosas porque se producen de diferente manera y también porque se consumen de diferente manera. Por el momento no se trata de productos con gran demanda y por el momento lamentablemente tampoco gozan de grandes ayudas a pesar de estar pensando en la sostenibilidad de nuestro mundo.
Sin entrar en cuestiones puramente económicas, que quizá cambien conforme crezca la demanda de estos alimentos, sí quiero hablar de cómo el consumidor ecológico tiene unas formas de consumir que también le ayudan a ahorrar… de otras formas:
- cuando algo cuesta más, se valora más, se consume con más aprecio y se cuida más tanto su elaboración, como su consumo;
- cuando se consume ecológico se tiende a reducir la ingesta de carnes, alcohol, dulces… que sin darnos cuenta suponen un porcentaje importante en el coste de nuestra cesta de la compra;
- cuando se consume ecológico se descubre que la salud tiene un precio y normalmente una alimentación sana lleva consigo un menor gasto en medicinas y complementos vitamínicos;
- cuando se consume ecológico se descubre el verdadero sabor de las cosas, lo cual nos hace descubrir una nueva dimensión de la alimentación que bien compensa un cierto gasto más elevado.
Si hacemos la prueba podremos observar que consumir ecológico no es mucho más caro, la vuelta al pequeño comercio, a la tienda ecológica de confianza, nos aleja de la compra de ofertas innecesarias, nos descubre el sentido de la elección consciente de lo que comemos, nos ayuda a valorar lo que ponemos en el plato, a reducir el despilfarro y a concienciarnos de la dimensión global de la comida de nuestro hogar.
El mito de que lo ecológico es mucho más caro no siempre es cierto si valoramos el importe total de una cesta mensual. Poco a poco más personas llegan hasta lo ecológico por salud, por sabor, por solidaridad, por soberanía… y acomodando sus gastos a las posibilidades de cada uno, conscientes de la necesidad de volver a la tierra, mirar por ella y pensar, en el día a día, en que el futuro de nuestros hijos y nietos, también pasa por lo que ponemos en nuestro plato.
Animáos a consumir ecológico. Merece la pena. Por ti y por el mundo.