Si os dais cuenta estamos acostumbrándonos ya a hablar de la sequía, de los pantanos vacíos, de los ríos por debajo de su caudal, como en medio del COVID llegamos a acostumbrarnos de las cifras de muertos y contagios y positivos y negativos que todos los días salían en las noticias. Pero ahora nos enfrentamos a algo muy grave, mucho más de lo que imaginamos la mayoría y de lo que los medios de comunicación están dispuestos a informar. Estamos ante un episodio de sequía extrema de esos que en otras latitudes entienden y hasta esperan pero que en nuestra tierra, en nuestro Aragón, es una absoluta novedad.
Sequía extrema que debería preocuparnos mucho más de lo que imaginamos, detrás de ella hay cosechas perdidas y esfuerzos que mueren a pesar de las ilusiones de seguir adelante viviendo de la tierra.
Sequía extrema que ha puesto encima de la mesa miles de millones en ayudas directas a los agricultores, ayudas que a pesar de todo, llegan tarde.
Sequía extrema que no ha llegado de la nada, sequía que ya se veía venir, sequía que muchos expertos ya vaticinaban, sequía para la que deberíamos estar preparados pero que una vez más nos pilla con los deberes sin hacer.
Sequía extrema que está acabando incluso con los cultivos de secano de nuestra región dedicada tradicionalmente al cereal, cereal que a pesar de todo lucha por salir adelante en un terruño que no ve el agua desde hace meses.
Sequía extrema que de nuevo subirá los precios de los alimentos que curiosamente empiezan a parecerse a los precios reales de las cosas después de haber estado mucho tiempo por debajo de los precios de coste de muchas producciones, engañados por las ayudas, por las compras masivas, por la ideología de supermercado que a pesar de todo sigue siendo prioritaria en la opción de compra de 9 de cada 10 habitantes de cualquier ciudad de nuestro país.
Sequía extrema que puede que afecte a nuestro estilo de vida cuando no podamos llenar las piscinas, regar los parques… Porque aunque al final nos adaptemos a todo no debemos de olvidar que las cosas están pasando por algo y para algo.
La sequía extrema que estamos viviendo y en la que parece que nos vamos a instalar este verano nos va a afectar quizá para iniciar un mínimo cambio en una dirección necesaria para salir adelante si queremos sobrevivir como sociedad autosuficiente, que cultiva su tierra y produce sus alimentos para no depender de terceros lo que supondría el caos en el precio de los alimentos de verdad.
Desde Quinto de Ebro Alejandro nos mandaba imágenes desgarradoras de un campo seco, incapaz de producir, que depende del cielo que parece cerrado quizá para que aprendamos, pero como siempre a costa de muchos pequeños agricultores que verán malogrados sus proyectos, sus sueños, sus esfuerzos, sus inversiones. Para algunos productos habrá solución, esos que deberíamos estar plantando ya desde hace años adaptándonos a un nuevo clima, a unas nuevas temperaturas, a un nuevo horizonte. Es curioso que la palabra adaptación no está presente en las políticas que se impulsan en nuestro país y menos desde el ministerio de agricultura.
Los hay que perderán casi todo con esta sequía extrema, a ellos les agradecemos su trabajo, su esfuerzo, su sudor, en una actividad que es más que un negocio, es una forma de vida que nos sostiene a todos.