Estos días asistimos un poco atónitos a la Cumbre de Cambio Climático celebrada en Glasgow donde la mayoría de los países más contaminantes (a excepción de China y Rusia) están debatiendo sobre algo que no puede esperar pero que cumbre tras cumbre vemos que los dirigentes de las naciones más poderosas y al mismo tiempo más contaminantes parecen tomarse un poco a risa.
Ya sea porque las consecuencias de las deciciones actuales competerán a gobiernos de otros colores políticos o a otros políticos de los mismos colores, ya sea porque la mayoría de ellos tienen una edad demasiado avanzada para que nadie vaya a juzgarles por sus actos… en vida… la verdad es que nos parece que vale de muy poco grandes anuncios de grandes consensos… cuando al leer la letra pequeña vemos que se trata de grandes declaraciones de intenciones que no tienen detrás ningún tipo de obligaciones ni sanciones de ningún tipo si fuera el caso de que tales declaraciones… no se cumplieran. Como si el tema pudiera tratarse de esa manera.
Fuera de la Cumbre hay grupos de activistas llegados desde muy lejos, la mayoría jóvenes a quienes las decisiones de hoy influirán definitivamente en sus vidas de mañana, cuando sean ellos los que, quizá con poder de decisión y de acción… poco podrán hacer ante el futuro que hoy se está diseñando o, mejor dicho, ante el futuro al que hoy se está dejando ir la falta de acciones concretas, urgentes y decisivas sobre la emisión de gases de efecto invernadero, sobre los combustibles fósiles, o sobre el estilo de vida que nos ha llevado hasta esta situación.
Puede que ahí esté la clave… al final los líderes mundiales saben que no se trata sólo de una reducción de las emisiones debido al cambio de los motores de combustión de los automóviles, no se trata de encontrar combustibles de bajas emisiones, no se trata de conseguir que la energía que empleamos sea 100% renovable… al final se trata sí o sí de un cambio en nuestro estilo de vida, un cambio impopular pero necesario, un cambio que sobre todo tienen que realizar los más ricos.
Pero que este tipo de decisiones las tomen unos líderes que han viajado hasta Glasgow en jets privados (con el derroche de energía y de emisiones que conlleva un viaje en avión… y más si son privados), unos líderes que en ocasiones se han movido por la ciudad en decenas y centenas de coches oficiales, unos líderes que hablan del año 2030 o del 2050 sabiendo que la mayoría no llegarán a esa fecha, unos líderes cuyos países mientras ellos firman tratados climáticos, viven una reactivación económica tras la pandemia que va a suponer un aumento de la contaminación nunca antes visto… parece que no tiene mucho recorrido.
Hablamos del futuro de nuestros hijos y quizá deberían ser los más jóvenes, los líderes más jóvenes, los políticos más jóvenes, los grupos de activistas más jóvenes los que hablaran y se pusieran deacuerdo para construir un futuro simplemente habitable y cargado de las mismas posibilidades al menos de las que hemos gozado nosotros en los últimos 50 años.