La preparación de una campaña en el año 2005 en Inglaterra llevó a un profesor de psicología a determinar que el tercer lunes de enero era el día más triste del año. No nos hemos recuperado de las vacaciones de navidad, empezamos a ver que algunos de las promesas de cambio del nuevo año no van a conseguirse, nuestra cuenta está a cero antes de tiempo después de pagar algunos de los excesos navideños… conclusión: estamos ante un lunes triste, un día para olvidar.
Es cierto que muchos lunes resultan tristes, sobre todo cuando has podido disfrutar del fin de semana, cuando has quedado con los amigos, cuando es el día en que vuelves a un trabajo que no te llena y cuando ves que tu bolsillo a pesar de los esfuerzos… sigue vacío. Pero vivimos en un momento en el que puede parecer frívolo hablar de un lunes triste cuando la realidad en la que vivimos hace que muchos otros días para mucha gente lo sean mientras miramos para otro lado.
Ucrania está sumida en un continuo ‘Blue Monday’, un continuo lunes triste que parece no tener fin mientras la mayoría del mundo miramos para otro lado. Muchas familias hipotecadas en nuestro país están viviendo meses tristes al ver cómo lo que empezó siendo el sueño de tener una casa se ha convertido en una pesadilla que posiblemente les deje peor de lo que estaban al comenzar. Muchos ciudadanos extranjeros están buscando salir de un país en el que la violencia, la inseguridad y la falta de futuro les hacen viajar con lo puesto sin culpa alguna para llegar a un destino en el que durante varios años formarán parte del sector más bajo de la sociedad aunque muchas veces su curriculum reza lo contrario. Muchos mayores están viviendo de nuevo con sus hijos o nietos, para procurarles un futuro menos incierto aunque para ello acaben con sus pequeños ahorros e incluso tengan que volver a vivir sin las seguridades que el tiempo y las canas ya les habían dado.
No podemos hablar de un lunes triste en este momento, es casi insultante.
El gobierno acaba de quitar el IVA de los alimentos básicos, frutas y verduras, con el fin de reducir la cesta de la compra… en un 1 o un 2%… una medida absolutamente insuficiente que además es temporal y que en ningún momento, ni para el propio gobierno se ha visto como decisiva. Llevamos dos semanas cambiando precios ajustando dos o tres céntimos en muchos productos y de nuevo, como ocurrió con los combustibles, para todos, lo necesiten más o menos.
Ya sea lunes o martes… tenemos que darnos cuenta de que nuestra alegría tiene que pasar por un cambio en la forma de relacionarnos con los demás y con nuestro entorno, en un cambio en la forma de ver el mundo, de entender las noticias, de entender la situación internacional que sumiría a cualquiera en una profunda depresión y que sin embargo parece no afectar demasiado a escasos kilómetros de las zonas de conflicto.
Este lunes podríamos pensar un poco más en nuestro medioambiente, para este martes decidir cambiar alguno de nuestros hábitos de consumo, para el miércoles ser críticos con las noticias que nos llegan volviendo a leer tres o cuatro medios para construir nuestro pensamiento huyendo de quienes se han erigido en los analizadores de la verdad absoluta (que por si no lo sabes no existe), para el jueves hablar con nuestros vecinos, preguntarnos por la vida de nuestros hermanos más allá del típico ‘¿cómo estás?’, para el viernes descansar y pasear lejos de los santuarios del consumo que están cambiando nuestra forma de vivir, para el sábado preparar una buena comida original, a fuego lento, y preparar una buena mesa, para finalmente el domingo descansar, rezar, meditar y pensar en que realmente a pesar de nuestro pequeño tamaño… somos parte de la solución.
De esta manera puede que no volviéramos a vivir ningún lunes azul más… aunque también es muy posible que ninguno de nuestros futuros lunes vuelvan a ser nunca más como hasta ahora. Pues es momento de cambio. Un cambio necesario. Un cambio urgente que nos está exigiendo valentía y pensar un poco más en los demás.