El agua tan esperada ha llegado de forma excesiva, granizando, sin control… las inclemencias del tiempo han vuelto a cebarse de nuevo con los que cuidan, trabajan y sostienen la tierra, con los agricultores y ganaderos que una vez más han visto cómo sus esfuerzos, sus dineros, sus sueños… se ahogaban en campos anegados y ríos desbordados por unos minutos.
El tiempo que va a hacer hoy o mañana nos interesa a todos, es uno de los apartados del telediario que se esperan con más interés, lo que me recuerda a mi abuelo que como tenía dos hijos, uno en Zaragoza y otro en Barcelona, sólo esperaba el tiempo para saber lo que haría en estas dos ciudades… y se quedaba tranquilo.
Nos interesa el tiempo, aunque si analizamos las imágenes de los últimos días… de nuevo han sido los coches en las ciudades, los garajes inundados, las consecuencias de estas lluvias en las grandes ciudades… pero pocas veces se ha hablado de las consecuencias para el campo, para los cereales, para los frutales… más allá de decir que se ha perdido no sé qué porcentaje de cosecha en tal o cual lugar. Detrás de las inclemencias del tiempo hay hombres y mujeres que muchas veces han perdido todo y sobre todo han perdido sus sueños convertidos en pesadillas.
Estos días hablaba con uno de los productores que vienen a Bio Bio del valle del Ebro, cerca de Zaragoza, abrumado por la cantidad de agua que cayó sobre el cereal el otro día acabando absolutamente con todo y sobre todo muy enfadado porque los políticos no dejan ahora a los agricultores hacer lo que ellos saben que es mejor para recuperar de alguna manera el campo que ha sufrido las inundaciones… los agricultores y ganaderos han sido los grandes perdedores pues a pesar de los seguros y de las ayudas (algunas de las cuales no se sabe si llegarán) muchos de ellos no serán capaces de reponerse de una temporada como esta y pasarán a buscar el futuro lejos del campo, de la tierra y del tractor.
No es bueno quedarse en los discursos de ‘¡esto nunca había ocurrido!’, ‘¿dónde vamos a parar?’, cuando lo importante es tener la valentía de afrontar entre todos una pérdida del 50% mínimo del cereal nacional, una buena parte de la fruta… por no hablar de las consecuencias de una crisis del ganado bovino afectado por una tuberculosis que parecen querer parar como hicieron con la COVID, con confinamientos masivos caiga quien caiga pues ese ganado tiene los días contados.
¿Dónde quedará la opción por el cereal nacional (aunque conlleve comer menos pan), por las frutas más próximas (aunque estén marcadas por la piedra), por las mermas de cosechas regionales que seguramente nos llevarán a cambiar algunos de nuestros hábitos alimentarios?
En un mundo globalizado como el nuestro una catástrofe, una crisis, un pedrisco… no tienen apenas incidencia en la cesta de la compra; puede que suban algunos precios y con eso creamos que estamos pagando el destrozo del campo, pero lo cierto es que las inclemencias del tiempo afectan fundamentalmente al que llega a casa con barro en los zapatos, espera el agua mirando al cielo y sabe que su vida y la de todos depende mucho más del tiempo que de la bolsa aunque muchos insistan en que creamos lo contrario.