En Semana Santa volvemos a nuestros pueblos, volvemos a nuestras tradiciones, nos volvemos hacia lo más sagrado… la tierra, esa que nos vio nacer, la que vio nacer a nuestros padres, la de nuestros antepasados. Estamos en la Semana de las Tierras Santas, porque la tierra, las tierras, las tierras de labor, las tierras de cultivo, las tierras de olivos en el Bajo Aragón, las tierras de huertas en las márgenes del río… fueron santas porque dieron de comer a muchos en momentos de escasez y ahora… duermen silenciosas porque la mayor parte de ellas… están yermas.
En Semana Santa muchos vuelven a sus pueblos, recuerdan sus tradiciones que muchas veces tienen forma de paso de Semana Santa, de cantos transmitidos de padres a hijos… la fe queda a un lado para dar protagonismo a la tierra, a los pueblos, a las tradiciones teñidas estos días de misterio, de religiosidad, de actos sociales y populares.
Pero esas tierras santas que dieron de comer a nuestros abuelos y a nuestros padres quizá hoy se quedan vacías, muchas veces por decisión propia, pero muchas otras por obligación. El otro día una familia de ganaderos asturiana decía en televisión: ‘no nos queremos ir de aquí… nos echan’. Es triste que estemos dejando vacías las tierras santas de nuestros padres, las que tienen la misión de darnos de comer, de darnos vida, para acabar en las grandes ciudades, lugares donde la tierra ya apenas se ve ni siquiera en los parques, lugares donde todo se compra y se vende, lugares donde hasta las tradiciones se van perdiendo para dar paso a las nuevas procesiones del futuro que dan vueltas y vueltas en los centros comerciales que consiguen despersonalizar a quienes acuden a sus templos, templos del consumo.
La Semana Santa es una semana de vacaciones, de descanso, de procesiones… pero sobre todo de tierras, de pueblos, de tradiciones, de visitas, de recuerdos, de pasos, de tambores… una semana en la que mirar esas tierras santas de nuestros antepasados nos debe hacer pensar en un futuro en el que la tierra dejará de ser protagonista porque estará agotada, intoxicada, quemada, desierta, yerma, vacía y como estos días… sumida en un profundo silencio esperando que nuestros hijos o nietos… vuelvan a despertarla.