La Semana Santa ha incendiado los bosques de Asturias, el calor sofocante, el estado de los montes e intereses particulares han puesto en peligro vidas, viviendas, campos, ganados y sueños de muchos asturianos que una vez más veían como fuegos provocados quemaban sus montes. Y todo en Semana Santa, como si se tratara de una liturgia ordenada y organizada, como si se tratara de un ritual más de 10 focos al mismo tiempo que tenían su origen indudable en el ser humano, el único capaz de tanta destrucción natural.
Nos llamó la atención el discurso dolido y comprometido de una ganadera asturiana (@lucia_velasco_rodriguez) que inundó las redes sociales quejándose de la acusación infundada e inútil que implicaba a los ganaderos con los incendios. Acusación ridícula que a pesar de todo tuvo su eco en algunos ignorantes que no entienden que agricultores y ganaderos sólo pueden sentir respeto y veneración por la tierra que es el pan de cada día de esas familias que luchan día a día para sobrevivir en un medio rural hostil y poco productivo.
Quizá los intereses de los fuegos estén en quienes visten corbata y trabajan en despachos desde los que unas cuantas tierras quemadas pueden ganar valor… comercial, despachos en los que se entierran los sueños de muchos agricultores y ganaderos que al fin y al cabo son quienes nos dan de comer.
Otro de los discursos de Lucía hablaba de las subvenciones que reciben los agricultores, subvenciones que más que llenar sus bolsillos vienen a abaratar los precios concretamente de la carne para que luego en el súper podamos encontrarla a un precio asequible para el comprador, un precio que sabemos que es falso sobre todo quienes nos dedicamos al comercio ecológico en el que lidiamos con los precios reales de los productos ecológicos que obligan a los compradores a buscar alternativas para poder organizar el menú de la semana al tratar con precios para nada deformados como los que se encuentran en los lineales de los supermercados.
Los intereses de los agricultores y ganaderos, los intereses de Lucía, van mucho más lejos de sus propias familias, ellos y ellas son los encargados de proveer de alimentos a las familias de nuestro país, esas que tienen que hacer esfuerzos para llegar a final de mes ahora que los precios de los alimentos no dan tregua quizá porque tienen que ajustarse a la realidad o quizá porque siempre hay quienes aprovechan la ocasión para hacer negocio de las crisis, de los bajos salarios o de los incendios de los bosques.
Los agricultores y las ganaderas, son quienes tendrían que levantar la voz bien fuerte para que todos supiéramos quiénes nos dan de comer y a qué precio. Todo es importante, pero… si tuviéramos que pensar en el eslabón más necesario y al mismo tiempo más débil de toda la cadena… nos daríamos cuenta que quizá no sea la sanidad tan aplaudida durante la pandemia, ni siquiera la educación responsable del futuro de nuestros hijos… puede que el eslabón más necesario de toda la cadena viva en un pueblo guardián de la naturaleza recogiendo el testigo de nuestros antepasados cultivando una tierra fértil, criando animales en producciones sostenibles, sin grandes recursos pero con muchas ganas cerrando negocios con manos rudas, hablando de forma sincera y honesta, soñando sin dejar de lado la responsabilidad que tienen sobre sus hombros. Ellos y ellas pueden parar la destrucción de nuestro entorno natural, ellas y ellos quieren lo mejor para todos y su deseo, como el de una madre, va más allá de sus propios intereses pues miran de reojo eso que necesitamos todos y que depende sólo de unos pocos. Gracias Lucía.